José de Espronceda y Delgado



                   ¡Guerra!


                      ¿Oís? Es el cañón. Mi pecho hirviendo 
                   el cántico de guerra entonará, 
                   y al eco ronco del cañón venciendo, 
                   la lira del poeta sonará. 
                   
                      El pueblo ved que la orgullosa frente 
                   levanta ya del polvo en que yacía, 
                   arrogante en valor, omnipotente, 
                   terror de la insolente tiranía. 

                      Rumor de voces siento, 
                   y al aire miro deslumbrar espadas, 
                   y desplegar banderas; 
                   y retumban al son las escarpadas 
                   rocas del Pirineo; 
                   y retiemblan los muros 
                   de la opulenta Cádiz, y el deseo 
                   crece en los pechos de vencer lidiando; 
                   brilla en los rostros el marcial contento, 
                   y dondequiera generoso acento 
                   se alza de PATRIA y LIBERTAD tronando. 
                   
                         Al grito de la patria 
                         volemos, compañeros, 
                         blandamos los aceros 
                         que intrépida nos da. 
                         A par en nuestros brazos 
                         ufanos la ensalcemos 
                         y al mundo proclamemos: 
                         "España es libre ya". 
                         
                         ¡Mirad, mirad en sangre, 
                         y lágrimas teñidos 
                         reír los forajidos, 
                         gozar en su dolor! 
                         ¡Oh!, fin tan sólo ponga 
                         su muerte a la contienda, 
                         y cada golpe encienda 
                         aun más nuestro rencor!
                         
                         ¡Oh siempre dulce patria 
                         al alma generosa! 
                         ¡Oh siempre portentosa 
                         magia de libertad! 
                         Tus ínclitos pendones 
                         que el español tremola, 
                         un rayo tornasola 
                         del iris de la paz. 
                         
                         En medio del estruendo 
                         del bronce pavoroso, 
                         tu grito prodigioso 
                         se escucha resonar. 
                         Tu grito que las almas 
                         inunda de alegría, 
                         tu nombre que a esa impía 
                         caterva hace temblar. 
                         
                         ¿Quién hay, ¡oh compañeros!, 
                         que al bélico redoble 
                         no sienta el pecho noble 
                         con júbilo latir? 
                         Mirad centelleantes 
                         cual nuncios ya de gloria, 
                         reflejos de victoria 
                         las armas despedir. 
                         
                      ¡Al arma!, ¡al arma!, ¡Mueran los carlistas!
                   Y al mar se lancen con bramido horrendo 
                   de la infiel sangre caudalosos ríos, 
                   y atónito contemple el océano 
                   sus olas combatidas 
                   con la traidora sangre enrojecidas. 
                   
                      Truene el cañón: el cántico de guerra, 
                   pueblos ya libres, con placer alzad. 
                   Ved, ya desciende a la oprimida tierra, 
                   los hierros a romper, la Libertad.
                   

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